lunes, 18 de abril de 2011

Dulce condena.

Pimienta y chocolate,
arde pero no quema,
la suavidad de las manos tienta
dulce condena que no quiero perder.
Amargo y fuerte,
tan fuerte que no se que hacer,
el sabor amargo de la espera
desespera en esta primavera,
en donde el sol no salió,
y la lluvia es testigo de la ilusión.
Ácido y dulce,
hiere con la mínima gota,
rompe, desvanece en cada segundo
en donde al minuto te llena de amor,
con esa dosis de calor,
que tanto le hace bien a este corazón.
Empalaga y desaparece,
cuando está da gusto tenerlo,
a veces sobrepasa cada tanto,
cuando en un abrir y cerrar de ojos
se va como el vapor de un café.
Aquél que nunca tomé,
el que querés entender,
del que te querés llenar.

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