domingo, 3 de octubre de 2010

¿Qué lees cuando me lees?

Nunca supe bien porqué escribo.
Si por necesidad de volar, sin que nadie me esté mirando, ser esa persona que se esconde debajo de la máscara, sin miedo a que me lastimen o me jodan.
Sentir que me escondo en mi mundo interior, caja de pandora - de la cuál ni yo misma se que saldrá-, saltando al vacío desde aquél precipicio, el último de la fila, alto y jodido. Sentir la adrenalina que corre por mi sangre, liberarme de las mochilas propias y ajenas, con el viento fuerte que pega en la cara, tal cual lo hacen aquellas cachetadas que recibimos diariamente y no decimos absolutamente nada por miedo -cuasi paralizante-.
Mis rulos se despeinan, pero no me importa, estoy libre frente a una hoja en blanco sin que nadie me diga absolutamente nada, nadie va a interrumpir mi instante de felicidad.
Instante en el cual logro sentirme fuerte, de pie, orgullosa y plenamente alegre. Mis ideas al igual que mis rulos se alteran, salen disparando, corriendo para cualquier lado, aunque el cielo sin estrellas sea el testigo acompañante de esta noche.
Siempre quiero encasillarme, decidir un tema "x" para hablar, abordar desde el conocimiento total algunos temas, como lo son la Historia o Política, pero nunca comienzo este viaje ya que no tengo en mi tal conocimiento.
Y por el otro lado me cuestiono ¿a quién le interesa que escriba sobre temas diarios, personales, ausentes? a nadie...excepto a mi. Y porque este viaje es mío, acá vuelvo, con las mismas dudas de siempre pero con un poco más de camino recorrido -¿?-.
Soy consciente de que no escribo perfectamente bien, y siempre me pregunto que le pasará a la otra persona cuando me lea - si es que existe-.
Pero la alegría que siento es tanta que me impide reflexionar -verdad o mentira ¿? -, porque en este trayecto mi cuerpo se está preparando para el encuentro con el agua, cerrando los ojos por puro instinto, tal cual sucede en miles de otras situaciones -como cuando sueño despierta la tarde en la cual tomamos una cerveza en la rambla, mientras el sol se refleja en tu pelo pelirrojo-, y al fin grito... EUREKA!

Logro dejar de cuestionarme porque el trayecto fue testigo de mi andar, del descubrimiento en el mundo que se esconde allá abajo, de piedras hermosas, de colores inimaginables, y el encuentro, por suerte, de otras personas que como yo, disfrutan de su caja de pandora.